La geobiología actual es la ciencia y el arte de identificar las radiaciones naturales de la Tierra y las radiaciones artificiales creadas por el hombre que puedan ser factor de riesgo perjudicial para la salud en el contexto de cualquier tipo de hábitat (piso, casa, terreno…). Una vez identificadas las radiaciones se dispone de un amplio abanico de recursos para contrarrestarlas, neutralizarlas, y apantallarlas si fuera necesario. En lo referente a las radiaciones naturales, la fricción de las corrientes de agua en el subsuelo y las fallas y fracturas geológicas producen las zonas geopáticas más nocivas, importantes y estables que se conocen: sus efectos pueden ser letales para la salud. Teniendo en cuenta la cada vez mayor contaminación electromagnética proveniente de radiaciones artificiales de alta frecuencia, los efectos de las corrientes de agua subterránea y de las fallas geológicas en el cuerpo se acentúan más si cabe.
¿Por qué estas radiaciones naturales afectan a la salud? La pérdida de electrones de las partículas atómicas que emanan desde la fricción de las corrientes de agua subterránea y desde las fallas y fracturas geológicas, causa que los protones de los átomos se desestabilicen y asciendan hasta la superficie de la Tierra con la necesidad de alcanzar los electrones que le faltan para estabilizar su función atómica. La ionización magnética positiva que emana hacia la superficie, cuando alcanza al ser humano, le arrebata los electrones que necesitan los protones de los átomos desestabilizados. De esta forma incide directamente en el cuerpo generando radicales libres que dañan la membrana celular, desequilibran y desestructuran el organismo y su estructura atómica, y debilitan el sistema inmunológico y bioquímico bajando sus defensas y deteriorando los procesos de regeneración. Permanecer tiempos prolongados sobre estas geopatías favorece la proliferación de una extensa sintomatología que puede desembocar en molestias, trastornos, alteraciones de todo tipo, enfermedades crónicas, graves y degenerativas. En función del tiempo de exposición a estos campos, las afectaciones se incrementan.
Por otro lado, cuando hablamos de radiaciones artificiales de las que debemos preservarnos, nos estamos refiriendo a un tipo de radiación electromagnética creada por el ser humano en el desarrollo de la evolución tecnológica. Es evidente que esa evolución ha sido necesaria para que podamos gozar de determinados beneficios que nos hacen la vida más fácil. La cuestión es que en muchos aspectos de su despliegue e implantación no se tienen en cuenta las afectaciones en la salud que pueden provocar, especialmente desde la última década y muy especialmente en los últimos tiempos. Evidentemente se trata de una radiación que no vemos, pués no alcanza el espectro visible, pero ahí está, influenciando de una u otra forma el campo electromagnético biológico. A lo largo de los años, especialistas de diferentes ámbitos han elaborado numerosos estudios científicos que relacionan la exposición a campos electromagnéticos de baja y alta frecuencia con alteraciones inmunológicas y endocrinas, afectaciones en el sistema nervioso que producen irritabilidad, insomnio o estrés, afectaciones cardiovasculares, alteraciones en la producción de melatonina y un largo etcétera de síntomas que a medio-largo plazo pueden desembocar en trastornos y enfermedades graves.
Podemos diferenciar entre dos tipos de radiaciones artificiales: radiación electromagnética de baja frecuencia y radiación electromagnética de alta frecuencia. En el rango de la baja frecuencia circula la instalación eléctrica de cualquier hogar, líneas de alta, media y baja tensión, transformadores, radio, televisión, cableado eléctrico urbano y circuitos eléctricos de cualquier tipo donde se incluye toda la gama de electrodomésticos de una vivienda. Por otro lado, el rango de la alta frecuencia ncluye las radiaciones wifi, los aparatos inalámbricos, ordenadores, teléfonos móviles, teléfonos inalámbricos, antenas de telefonía, bluetooth, etcétera.
El Instituto de Bioconstrucción y Sostenibilidad de Alemania (Baubiologie, SBM-2015) establece unos baremos de radiación electromagnética fiables que no debieran sobrepasarse, especialmente en las áreas de descanso. El tiempo dedicado al descanso es especialmente sensible ya que es cuando el cuerpo dedica más tiempo a la regeneración. Para que el proceso de regeneración se produzca con las mayores garantías, necesitamos no sobrepasar unas determinadas medidas, tanto para la baja como para la alta frecuencia. A partir de los resultados obtenidos con los aparatos profesionales de medición, se ofrecen recomendaciones específicas y recomendaciones generales al solicitante del estudio geobiológico que minimicen las influencias nocivas. Si a esas medidas sumamos las recomendaciones respecto a las radiaciones naturales que puedan perjudicar al hábitat, tendremos la confirmación de que nuestro hogar sea un lugar con garantías plenamente saludables.
En definitiva, se considera esencial un estudio geobiológico de la vivienda para que los espacios destinados a permanecer más tiempo como lugares de descanso (dormitorios, comedor,…) y los lugares de trabajo o estudio se ubiquen fuera de las áreas perjudiciales en zonas neutras favorables. Además de la localización y trazado de las radiaciones naturales más importantes (corrientes de agua subterránea y fallas -y fracturas- geológicas), el estudio geobiológico incluye también un análisis de las radiaciones artificiales (contaminación elecromagnética de baja y de alta frecuencia) para contrarrestar los posibles efectos adversos. A través del informe geobiológico, la prospección obtenida se traslada a un plano para que se tenga en cuenta en la ubicación y el diseño de la futura casa sana que nos asegure calidad de vida, prevención en salud y garantía de un patrimonio sano.
Más información sobre el trabajo en Geobiología de Alberto Mena Godoy: https://www.albertomenagodoy.com/que-es-la-geobiologia-barcelona/